23 abr 2014

PAOLA ERNESTINA



Paola. Mi Paola  Ernestina.
Recuerdo perfectamente el día en que naciste en el jardín de la casa de mi Nana. De toda la camada eras la más gordita y greñuda, cuando tú y tus hermanos pudieron comer croquetas tú eras la última en terminar, eras tan comelona que cuando todos se llenaban tu seguías comiendo. Todos tus hermanitos se fueron con otras familias, pero tú te quedaste y así fue como el destino hizo que comenzara nuestra historia.
Pronto creciste y tu pelaje de volvió lacio y brilloso, te pusiste más hermosa. Me acuerdo cuando me di cuenta de que Pilarica era una muy mala mamá al descubrir que en las noches de frío o lluvia no te dejaba entrar a la casita hecha especialmente para ustedes y que dormías en la puerta soportando el clima. Luego, aquel día en que mi nana te regaló, yo estaba en mi casa y mi mamá nos dio la noticia, mi corazón se rompió en mil pedazos, lloré como nunca, pero volví a la vida cuando al llegar con Nana ahí estabas, en la puerta con una patita herida, te habías escapado y diste con el camino a casa, desde ese día supe, no tuve duda que teníamos que seguir juntas y mejor te llevamos con nosotros a casa. Al principio te llevaste bien con Cirila, luego sucedió lo inesperado se pelearon a muerte y desde ese dïa tuve que separarlas.
Siempre fuiste tremenda, travesura tras travesura, rompiste puertas, ventanas, ropa, zapatos, persianas, escalaste bardas, brincaste, te escabulliste por todos los rincones, peleaste con Cirila, con tu mamá, con Juliana, con cualquier perrito que encontráramos en los paseos. Te saliste a la calle tantas veces y los vecinos te salvaban de perderte. En tu juventud fuiste un dolor de cabeza, siempre temí por tu seguridad.
Pero no sólo eras traviesa, eras la perrita más inteligente que he conocido,  recuerdo como siempre te ponías boca arriba para que te rascara tu pancita, como te retorcías al dormir, como me dabas besos y te desesperabas cuando te cargaba y abrazaba, parecias decir "mamá me empalagas".
Cuántas cosas vivimos juntas mi Paolita!, desde mis 16 años hasta los 30, desde mi adolescencia hasta que me convertí en adulta, nos cambiamos tres veces de casa, viste partir a Cirila y viste llegar a Juliana y a Julieta. Llenaste de pelos mi cama, mi ropa, de olor perruno toda mi casa. Te cedí todo mi espacio para mantenerte segura. Te inventé canciones tontas, bailábamos juntas, y nunca voy a olvidar como tratabas de engañarme cuando te daba las medicinas, ni lo bello y tranquilo que era caminar a tu lado. Mi princesa, mi hermosa Paola.
Me consuela no haberte visto sufrir, y aunque mi corazón está lleno de tristeza con tu partida, y nuestra casa se siente tan vacía,  me siento en paz Paolita, porque hice todo para cuidarte, y aunque me hubiera gustado estar contigo en tus últimos momentos, cuando me despedí de ti te dije TE AMO, y pude darte un gran beso. Mi princesa, hasta el último momento cuando me acercaba a ti y ya no tenías fuerzas, me movías tu colita, eso mi bella Paola lo llevo tatuado en mi alma y en los recuerdos imborrables como una de las más grandes muestra de amor que he recibido. Gracias Paola, por ese regalo, por haber sido mi compañera, gracias Paola, mil gracias por haberme dado el honor de cuidarte y amarte.